El 20 de julio no solo marca un hito en nuestra historia republicana. También es el inicio de la última legislatura del actual Congreso, en un país marcado por la polarización y la desconfianza institucional. En ese contexto, la elección de Lidio García como presidente del Senado —con 97 votos a favor— no es solo un logro personal ni regional: es una señal de búsqueda de equilibrio.
García, bolivarense y político con experiencia, asume la presidencia del Senado por segunda vez. Su liderazgo representa una posibilidad de tender puentes, de garantizar el respeto al reglamento y promover un debate más racional y menos pasional.
No es un opositor radical ni un aliado ciego del Gobierno. Esa posición intermedia —hoy tan necesaria— puede abrir espacio para acuerdos que le devuelvan algo de estabilidad al Congreso y al país.
Los bolivarenses debemos entender lo que esto significa: más voz en lo nacional y más posibilidades de defender proyectos estratégicos como la restauración del Canal del Dique.
Hoy, más que nunca, necesitamos liderazgos que recuerden que hay algo más importante que cualquier diferencia política: Colombia.